
La Torca de Ezkarretabaso.

Un precioso día invernal nos acompañó en la última salida. El estado de las carreteras nos obligó a aparcar el vehículo más lejos de lo interesado y la aproximación fue más larga de lo calculado. Lo normal es aproximarse desde un pequeño parking en el del puerto de Opakua, pero la gran cantidad de nieve acumulada impedía estacionar el coche y decidimos bajar a Larraona (un zorro asustado por el blanco paisaje se nos cruzó) y subir desde allí a la Sierra. La Sierra Alavesa de Entzia nos esperaba con un techo azul intenso y un suelo cubierto en tupida sábana blanca de nieve, el paisaje, impresionante, nos acompañó hasta la dolina que se abre a la Torca de Ezkarretabaso. Sabino se impacientaba y a Urtzi se le cargaban las piernas. La entrada desciende en terraplén unos cuántos metros para caer luego en vertical de seis metros hasta un enorme cono sedimentario. De ahí se abre en una galería a cada lado que suman el desarrollo de 470 metros y 35 de desnivel. La de la derecha llega a una zona de gours inundada pero transitable con formaciones interesantes, donde hicimos unas cuántas fotos. El agua caía en ducha desde el techo en varías zonas. Tras explorar esta galería volvimos a la entrada para continuar por la galería que se extiende por la izquierda hasta una gatera que hoy se encontraba totalmente inundada y nos obligó a volver. Comimos iluminados por el haz de luz que cae desde la entrada de la Torca y salimos para volver al coche. Dado que pasábamos cerca de Cristinos e íbamos bien de tiempo, visitamos esa transitada y montañera cueva que tenía también el lago interior lleno a rebosar de agua. Vuelta al vehículo, caldo y bebidas de rigor en un Bar de Zudaire concluyeron una magnífica jornada montañero-cavernícola.