Nuestros hijos…

A lo largo de nuestra vida suceden muchas cosas, algunas agradables y otras menos, con constantes altibajos que se superan tomándolos con filosofía. Hay que reconocer que una de las tareas más complicadas en las que uno se ve metido es la de ser padre. Conlleva tener una buena dosis de paciencia, sabiduría y espíritu de adaptación. Lo sabemos bien los que diariamente tenemos que hacer saltos mortales entre el trabajo, el colegio, las actividades extraescolares, etc…

Pero ¿ qué pasa durante los fines de semana? Cada uno tenemos nuestras aficiones. Y si nuestra afición es la espeleología ¿ qué pasa con los niños? Pues hombre, la mayoría de ellos te mandan literalmente a paseo. Llegados a este punto, intentamos convencer a nuestra prole de que la práctica de la espeleo es una de las mejores cosas que existe… sin demasiado éxito. ¿ Y cuál es su reacción? De vez en cuando, y sobre todo cuando no les queda más remedio ( la ausencia de la madre ayuda mucho) se autoconvencen de que algo hay que hacer también con el padre. Se animan, a su pesar, a ir al monte o subir a la borda y realizar alguna que otra excursión.

Uno de estos raros eventos se produjo durante el fín de semana en el cual festejabamos el  10º aniversario del grupo. Fuimos, de buenos aitas a explorar unas cuevas en la zona de Agaoz, que estaban localizadas pero no completamente exploradas. Bajo una incesante lluvia “gozaron” de una aproximación a las mismas, se enfrentaron a una subidita de la serie dos pasitos adelante y uno para atrás pero aguantaron estoicamente. Llegaron totalmente caladas, tuvieron que compartir el espacio con un tejón, que menos mal en ese momento no estaba en casa, después pasaron estrecheces y se tuvieron que deslizar por  una cornisa hasta una hermosa salita que terminaba en un paso descendente pero impracticable. A sabiendas de ser las primeras exploradoras de aquel antro, iban entusiasmadas y no dejaron de husmear ningún rincón embarrándose a gusto. Pero también aprendieron otros aspectos interesantes que ofrecen las cuevas, observando la amplia variedad de vida que existe en su interior así como también la vida que albergó en el pasado, intentando identificar los cráneos y los huesos que hallamos de diversos animales concrecionados en el suelo.

Una gran lección.


Sobre el Autor

Asociación sin ánimo de lucro de Espeleología enfocada a la protección y defensa del médio subterráneo

2 Comentarios

  1. Pues claro que sí Giorgio, asi se empieza y algun dia seguro que lo dejan, pero no te preocupes que volveran a la edad en la que se adentren de nuevo en el mundo subterraneo, porque eso se lleva en la sangre y termina aflorando.
    Aupa mis nin@s.

  2. Y muy bien que se lo pasan, todo el día por ahí de «pingo», sin que te digan «no toques eso que mancha», rodeados de naturaleza y vida salvaje «como los ronquidos de algunos, jajaja.» Hay que ir preparando a las futuras generaciones, a ver si algo de todo esto perdura y no solo en el recuerdo.

    Saludos y animos, Mikel.

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